lunes, 20 de junio de 2011

Los duelos más sobresalientes de la historia

Por Silvio González (Prensa Latina *)

La Habana, (PL) Desde tiempos bíblicos se habla del fatal desenlace ocurrido entre los hermanos Caín y Abel, que algunos antropólogos modernos interpretan como metáfora de duelo en las primeras civilizaciones.

Tenemos además el desafío entre David y el gigante Goliat, que reafirmó lo que un pastor armado con su honda y una simple piedra pueden lograr cuando realmente se propone la victoria, escribe Clayton Cramer, en su libro "El duelo: violencia y reforma moral".

El desafío del griego Aquiles contra el infortunado troyano Héctor deterioró la moral de los sitiados al ver a su príncipe vencido.

Alexander Pushkin (1799-1837), el fundador de la literatura rusa moderna, fue mortalmente herido en un lance por el militar francés Georges dâ€ÖAnthés, que había irrespetado a su esposa.   Antes, en su novela en verso titulada "Eugene Onegin", Pushkin había descrito magistralmente uno de los duelos imaginarios más famosos de la literatura.

Otro escritor ruso, Vladimir Nabókov (1899-1977), autor de la afamada novela "Lolita", cuenta el horror infantil que le provocó un desafío similar enfrentado por su padre, a pesar de que finalmente el ofensor terminó disculpándose.

Por su parte el prolífico autor italiano de novelas de aventuras, Emilio Salgari (1862-1911), cumplió seis meses en prisión en 1893 por herir en duelo al periodista Giuseppe Biasioli, quien le llamó despectivamente "mozo" en un artículo.

En 1864 el escritor y humorista estadounidense Mark Twain (1835-1910) estuvo a punto de batirse en duelo con otro reportero que lo ofendió.

El periodista terminó disculpándose cuando le hicieron creer que en una práctica Twain había abatido a un ave en pleno vuelo, versión propalada por el padrino del escritor, auténtico autor del certero disparo.

Sobresalen los duelos del periodista mexicano Salvador Díaz Mirón (1853-1928), quien también fuera profesor en La Habana, el cual pasó cuatro años en la cárcel por batirse con el diputado Juan C. Chapital.

En el siglo XX los literatos protagonizaron muy pocos incidentes de ese tipo, aunque el poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) y el cineasta español Luis Buñuel (1900-1983) aseguran que la mayoría de los escritores aún andaban bien armados y listos a batirse.
En el resbaladizo campo del honor
Estos lances podían efectuarse con la espada de duelo europea o (desde el siglo XVIII en adelante) con pistolas.

Con este fin se fabricaban artesanalmente estuches de pistolas de duelo para uso de los más ricos.

Cualquiera que fuese golpeado con un guante estaba obligado a aceptar el desafío o como caballero quedaría deshonrado, según relata el autor Joanne B. Freeman en su libro Asuntos del Honor.

Cada parte en disputa debía elegir un representante de confianza o padrino que acordaría el sitio del combate y le acompañaría.

El principal criterio de selección del lugar era que estuviera aislado, para impedir interrupciones o mirones.

A elección de la parte ofendida, el duelo podía ser: a primera sangre, en cuyo caso finalizaba tan pronto como uno de los duelistas resultara herido, incluso si la herida fuera leve, relata Robert Baldick en su artículo El Duelo, una Historia.

La segunda opción era hasta que uno de los contrincantes fuera mal herido, de forma tal que se encontrase incapacitado para continuarlo.

Y la tercera era a muerte, en cuyo caso no habría satisfacción hasta que la otra parte pereciera.

En el caso de duelos a pistola, cada parte podía disparar un tiro.
Incluso si ninguno acertaba y si el desafiante se considerase satisfecho, el duelo podía declararse terminado.

También un duelo a pistola podía continuar hasta que uno de los duelistas fuera herido o muerto, pero un intercambio de más de tres disparos era considerado ridículo por la falta de puntería de los contrincantes.

Para un duelo de pistolas, las partes debían ubicarse espalda contra espalda con sus armas cargadas en la mano, y caminar un número prefijado de pasos, volverse al oponente y disparar.

Benjamín Franklin (1706-1790) consideraba al duelo plagado de una violencia inútil, y George Washington (1732-1799) recomendaba prohibirlo a sus oficiales durante la guerra de independencia de Estados Unidos.
Curiosi

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lunes, 20 de junio de 2011

Los duelos más sobresalientes de la historia

Por Silvio González (Prensa Latina *)

La Habana, (PL) Desde tiempos bíblicos se habla del fatal desenlace ocurrido entre los hermanos Caín y Abel, que algunos antropólogos modernos interpretan como metáfora de duelo en las primeras civilizaciones.

Tenemos además el desafío entre David y el gigante Goliat, que reafirmó lo que un pastor armado con su honda y una simple piedra pueden lograr cuando realmente se propone la victoria, escribe Clayton Cramer, en su libro "El duelo: violencia y reforma moral".

El desafío del griego Aquiles contra el infortunado troyano Héctor deterioró la moral de los sitiados al ver a su príncipe vencido.

Alexander Pushkin (1799-1837), el fundador de la literatura rusa moderna, fue mortalmente herido en un lance por el militar francés Georges dâ€ÖAnthés, que había irrespetado a su esposa.   Antes, en su novela en verso titulada "Eugene Onegin", Pushkin había descrito magistralmente uno de los duelos imaginarios más famosos de la literatura.

Otro escritor ruso, Vladimir Nabókov (1899-1977), autor de la afamada novela "Lolita", cuenta el horror infantil que le provocó un desafío similar enfrentado por su padre, a pesar de que finalmente el ofensor terminó disculpándose.

Por su parte el prolífico autor italiano de novelas de aventuras, Emilio Salgari (1862-1911), cumplió seis meses en prisión en 1893 por herir en duelo al periodista Giuseppe Biasioli, quien le llamó despectivamente "mozo" en un artículo.

En 1864 el escritor y humorista estadounidense Mark Twain (1835-1910) estuvo a punto de batirse en duelo con otro reportero que lo ofendió.

El periodista terminó disculpándose cuando le hicieron creer que en una práctica Twain había abatido a un ave en pleno vuelo, versión propalada por el padrino del escritor, auténtico autor del certero disparo.

Sobresalen los duelos del periodista mexicano Salvador Díaz Mirón (1853-1928), quien también fuera profesor en La Habana, el cual pasó cuatro años en la cárcel por batirse con el diputado Juan C. Chapital.

En el siglo XX los literatos protagonizaron muy pocos incidentes de ese tipo, aunque el poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) y el cineasta español Luis Buñuel (1900-1983) aseguran que la mayoría de los escritores aún andaban bien armados y listos a batirse.
En el resbaladizo campo del honor
Estos lances podían efectuarse con la espada de duelo europea o (desde el siglo XVIII en adelante) con pistolas.

Con este fin se fabricaban artesanalmente estuches de pistolas de duelo para uso de los más ricos.

Cualquiera que fuese golpeado con un guante estaba obligado a aceptar el desafío o como caballero quedaría deshonrado, según relata el autor Joanne B. Freeman en su libro Asuntos del Honor.

Cada parte en disputa debía elegir un representante de confianza o padrino que acordaría el sitio del combate y le acompañaría.

El principal criterio de selección del lugar era que estuviera aislado, para impedir interrupciones o mirones.

A elección de la parte ofendida, el duelo podía ser: a primera sangre, en cuyo caso finalizaba tan pronto como uno de los duelistas resultara herido, incluso si la herida fuera leve, relata Robert Baldick en su artículo El Duelo, una Historia.

La segunda opción era hasta que uno de los contrincantes fuera mal herido, de forma tal que se encontrase incapacitado para continuarlo.

Y la tercera era a muerte, en cuyo caso no habría satisfacción hasta que la otra parte pereciera.

En el caso de duelos a pistola, cada parte podía disparar un tiro.
Incluso si ninguno acertaba y si el desafiante se considerase satisfecho, el duelo podía declararse terminado.

También un duelo a pistola podía continuar hasta que uno de los duelistas fuera herido o muerto, pero un intercambio de más de tres disparos era considerado ridículo por la falta de puntería de los contrincantes.

Para un duelo de pistolas, las partes debían ubicarse espalda contra espalda con sus armas cargadas en la mano, y caminar un número prefijado de pasos, volverse al oponente y disparar.

Benjamín Franklin (1706-1790) consideraba al duelo plagado de una violencia inútil, y George Washington (1732-1799) recomendaba prohibirlo a sus oficiales durante la guerra de independencia de Estados Unidos.
Curiosi

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